Aunque los siguientes cuentos de héroes míticos tienen algo ligeramente históricos, la base ha sido adornada por el capricho de los bardos medievales y así frecuentemente reformados con desatención absoluta de toda secuencia cronológica. La semilla de la verdad es ardua de encontrar, y las historias más bien deben ser consideradas como un bosquejo de las costumbres y tiempos que como una descripción actual de los acontecimientos.
Ellos se encuentran guardados en el "Heldenbuch", o "el Libro de los Héroes", editado en el siglo XV por Kaspar von der Rhön, desde el material que fue retocado por Wolfram Von Eschenbach y Heinrich Von Ofterdingen en el siglo XII. El poema de "Ortnit", por ejemplo, se sabe que existía ya en el siglo IX.
De acuerdo con los poetas de la Edad Media, los Gépidos y los Longobardos se reubicaron en Pannonia (Hungría y provincias vecinas), donde fueron respectivamente gobernados por Thurisind y Audoin. Los hijos de estos dos reyes habiendo reñido por una pequeñez, chocaron en duelo poco tiempo después, y el príncipe Langobardo, terminó matando violentamente a su compañero, tomó posesión de sus armas, con lo que orgulloso regresó a casa. Pero cuando, excitado por la victoria, gustosamente hubiese tomado su lugar, el consejo del padre con los hombres en armas, Audoin gravemente le informó que no es usual que un joven reclame un lugar al lado de guerreros experimentados hasta que algún rey extranjero lo haya distinguido por el presente de una armadura completa. Enojado de haber sido públicamente rechazado, Alboin, el príncipe, salió a grandes pasos afuera del vestíbulo de su padre, resuelto a marchar hacia el palacio de Thurisind y exigirle las armas necesarias. Cuando el Rey de los Gépidos, vio al asesino de su hijo atrevidamente entrar en su palacio, su primera intención fue darle muerte, pero debido al derecho de hospitalidad, se contuvo de darle muerte inmediatamente en venganza, y le otorgó el regalo acostumbrado de armas cuando se fue a la mañana. Pero le advirtió que nunca más regrese, no vaya ser que perdiera su vida en manos de los guerreros.
Al dejar el palacio, sin embargo, Alboin descubre la imagen de la pequeña Rosamund, la bella nieta de Thurisind, quien él solemnemente juró que la reclamaría como esposa cuando tuviese la edad para casarse.
Alboin así recibió sus armas de un desconocido, los Langobardos ya no se rehusaron a reconocerlo como un guerrero hecho y derecho y gustosamente lo aclamaron como rey cuando su padre murió.
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