Los Longobardos de alto rango establecidos en Italia y convertidos al Cristianismo tomaron la costumbre de mandar coser en la mortaja una cruz de lamina dorada, lisa o decorada, repujada de punzón impreso desde el revés. Los motivos ornamentales usuales son los de entrelazo más raros, los de figura humana o animal, como en las tres cruces que se ilustran.
La cruz de Beinasco ha sido decorada en el centro por una cabeza varonil, que documenta el característico peinado de los nobles longobardos: una cabellera de rayas central, puntilla y bigotes largos signo distintivo del Arimanno (hombre libre o guerrero).En las letras que la la rodean se lee el nombre de Agilulfo, nombre también de un rey longobardo que reinó entre el año 590 y 616 d. C. La cruz de Arignano destaca por el decorado de figuras humanas en los cuatro brazos.
En la cruz de Borgo d’Ale se nota en el centro la figura de un león sentado. Éste es el único ejemplar hallado en su posición original al interior de la sepultura: la cruz se apoyaba a la altura de la cara de un caballero, sepultado con su ajuar de armas, los complementos de vestuario y una preciosa copa de vidrio.
Época: finales del siglo VI-primera mitad del VII d.C.
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